Era una madrugada de invierno en Ñuñoa. Un pequeño cortocircuito en el sistema eléctrico de una vivienda provocó un incendio que consumió el segundo piso antes de que los bomberos llegaran. El propietario, aún en shock, insistía una y otra vez: “Yo no quise que pasara esto. Fue un accidente.”
Sin embargo, durante la investigación, se descubrió que el tablero llevaba meses sin mantenimiento y que la alarma de humo estaba desactivada. El fiscal lo explicó con frialdad: “No fue un accidente. Fue una omisión.”
Este tipo de historias son más comunes de lo que parece. En Chile, cientos de siniestros y accidentes domésticos tienen un denominador común: el descuido. Y cuando ese descuido provoca daño a terceros o pone en riesgo la vida, puede transformarse en una figura legal conocida como cuasidelito.
1. Qué es un cuasidelito y por qué está cobrando relevancia
En términos simples, el cuasidelito es una conducta negligente o imprudente que causa daño, aun sin intención directa de hacerlo.
El Código Penal chileno —en sus artículos 490 y 492— sanciona los cuasidelitos de homicidio, lesiones, incendio y otros daños, con penas que van desde multas hasta cárcel efectiva.
A diferencia del delito intencional, aquí no hay dolo, pero sí una omisión o falta de cuidado que pudo haberse evitado.
Y esa diferencia, aunque parezca menor, puede determinar la vida jurídica de una persona o empresa.
“El error más común es pensar que solo se castiga lo que uno hace mal”, explica Claudia Leiva, abogada penalista. “Pero en muchos casos, la justicia sanciona lo que uno deja de hacer: no mantener un sistema, no cerrar una puerta, no actuar a tiempo.”
2. La omisión: un enemigo silencioso
La omisión es la forma más común de negligencia.
Sucede cuando alguien no cumple un deber de cuidado que razonablemente se espera de él. Puede ser algo tan cotidiano como no apagar una estufa, no revisar una instalación eléctrica o no mantener operativo un sistema de alarma.
En 2023, la Fiscalía Nacional informó más de 1.200 investigaciones por incendios accidentales con presunta responsabilidad humana, muchos de ellos enmarcados como cuasidelitos.
La mayoría de los casos involucraba viviendas sin mantención eléctrica o con alarmas desconectadas.
El comandante de Bomberos de Maipú, Rodrigo Pizarro, lo resume así:
“El fuego no distingue entre intención y descuido. Pero la justicia sí distingue entre prevención y abandono.”
3. Casos reales: cuando un pequeño descuido cambia una vida
3.1. El gas que nadie revisó
En 2022, un matrimonio de San Bernardo fue formalizado tras una explosión doméstica que dejó heridos a dos vecinos. La causa: una fuga de gas en un calefón sin mantención desde hacía tres años.
Aunque no hubo dolo, el tribunal determinó cuasidelito de lesiones graves, porque los dueños sabían del mal estado del aparato y no actuaron.
3.2. La alarma desactivada
En Providencia, una empresa de bodegaje fue demandada luego de un incendio nocturno. El sistema de detección de humo estaba deshabilitado por una falla que nadie reparó.
La investigación acreditó que la compañía había sido advertida del problema. El resultado: condena por cuasidelito de incendio y una millonaria indemnización civil.
3.3. La puerta abierta
En Temuco, un conserje olvidó cerrar el portón de un condominio, permitiendo el ingreso de desconocidos que robaron en varias viviendas.
Aunque él no cometió el robo, fue sancionado por omitir su deber de control, configurando un cuasidelito de negligencia profesional.
Cada historia tiene un patrón común: el daño no se quiso, pero se pudo prever.
4. El componente humano: entre la confianza y el olvido
La psicóloga laboral María Jesús Lagos, quien ha trabajado con comunidades afectadas por incendios y robos, señala que muchas veces el descuido proviene de una falsa sensación de seguridad.
“Nos acostumbramos a que nunca pasa nada. Confiamos en que el sistema, la suerte o el otro harán lo que nos corresponde. Pero la prevención es personal.”
En Chile, según una encuesta de la Subsecretaría de Prevención del Delito (2024), el 68% de las personas nunca revisa sus alarmas o detectores de humo después de instalarlos.
Y más del 40% desactiva los sistemas sonoros por molestias o falsas alarmas.
Paradójicamente, son esas pequeñas decisiones las que pueden marcar la diferencia entre un susto y una tragedia.
5. Cuasidelito y cultura de seguridad doméstica
El hogar es, en teoría, el lugar más seguro del mundo.
Pero también es el escenario donde ocurren la mayoría de los accidentes prevenibles: incendios, caídas, intoxicaciones, cortocircuitos.
Un ejemplo: no cortar la electricidad al manipular un artefacto, dejar velas encendidas o bloquear las salidas de emergencia con muebles.
Todos son actos que, ante un siniestro, pueden ser considerados conductas negligentes con responsabilidad penal o civil.
La Ley N° 18.290, sobre Tránsito, e incluso la Ley de Urbanismo y Construcciones, establecen deberes de cuidado en espacios privados y comunes.
Y cuando esos deberes no se cumplen, las consecuencias trascienden lo material.
6. Prevención tecnológica: cuando una alarma puede salvar más que una casa
En la era digital, la tecnología no solo disuade robos: advierte negligencias.
Las alarmas modernas, los sensores de humo o los detectores de gas no solo registran incidentes; previenen tragedias.
El reportaje Alarmas inteligentes en las 100 comunas más peligrosas de Chile: protección para hogares y negocios explica cómo estos sistemas, diseñados originalmente para seguridad perimetral, hoy integran funciones ambientales que detectan calor, humo, fugas o movimiento anómalo.
Según datos de CONAF y Bomberos de Chile, las viviendas con alarmas activas registran un 70% menos de propagación de incendios que aquellas sin sistemas operativos.
No es solo una cifra: es la prueba de que la tecnología, cuando se mantiene correctamente, convierte el riesgo en oportunidad de reacción.
“Tener una alarma sin usar es como tener un extintor vacío”, dice Felipe Navarro, técnico instalador en La Reina. “La diferencia entre una falla y una tragedia muchas veces está en un pitido que nunca sonó.”
7. Empresas y cuasidelitos: la línea delgada entre error y responsabilidad
En el mundo corporativo, la omisión también puede ser costosa.
Una empresa que no mantiene sus sistemas de seguridad activos o ignora las alertas de un proveedor asume un riesgo legal.
La Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) y la Dirección del Trabajo han emitido sanciones a compañías por no cumplir protocolos de prevención de incendios o accidentes eléctricos.
Y en casos donde se han visto afectados trabajadores o vecinos, se han abierto causas penales por cuasidelito de lesiones o incendio.
En 2023, una bodega en Quilicura perdió toda su mercadería tras un cortocircuito. La investigación reveló que el tablero general tenía fallas advertidas en inspecciones anteriores.
El gerente fue formalizado por omitir el deber de reparación. “No sabía” dejó de ser una excusa válida.
8. Municipios, comunidades y corresponsabilidad
La prevención es un trabajo colectivo.
Los municipios deben fiscalizar instalaciones, los conserjes deben seguir protocolos, y los residentes deben colaborar.
La omisión, cuando es compartida, multiplica el riesgo.
En 2024, la ONEMI incluyó a comunas como Valparaíso, Viña del Mar y San Pedro de la Paz entre las más vulnerables a incendios urbanos, señalando que la falta de mantenimiento comunitario y la acumulación de materiales inflamables son factores críticos.
Y cuando una tragedia ocurre, no basta con culpar al fuego: la justicia busca responsables humanos.
La negligencia no es un acto aislado; es un sistema que falla.
9. Educación para la prevención: el mejor antídoto contra el cuasidelito
Prevenir un cuasidelito empieza con educación.
Desde enseñar a los niños a reconocer riesgos hasta formar adultos conscientes de sus deberes.
Un estudio de la Universidad de Chile (2023) reveló que el 72% de los incendios domésticos en el país se originan por fallas humanas y que el 80% podría haberse evitado con mantenimiento y supervisión básica.
Las campañas de educación vecinal, las simulaciones de emergencia y los programas municipales de revisión gratuita de instalaciones han reducido hasta en 40% los accidentes domésticos en comunas que los aplican, según el mismo estudio.
La prevención no es un trámite. Es cultura.
Y la cultura de la seguridad se construye en comunidad.
10. Conclusión: prevenir es también una forma de justicia
El cuasidelito no nace de la maldad, sino del olvido.
De esa tendencia tan humana a postergar, a pensar que “nunca pasa nada”. Pero cuando pasa, el costo es alto: vidas, bienes, reputaciones, libertad.
La seguridad —doméstica o empresarial— no se basa en la suerte, sino en la constancia: revisar, mantener, comprobar, actuar.
Un sistema de alarma activo, una revisión eléctrica o un simple cierre de puerta pueden evitar años de consecuencias legales y emocionales.
Como recuerda el blog Alarmas inteligentes en las 100 comunas más peligrosas de Chile: protección para hogares y negocios, la tecnología no reemplaza la responsabilidad, pero hace visible el descuido antes de que sea demasiado tarde.
En un país donde los incendios, robos y derrumbes son parte del paisaje, la verdadera diferencia no la marca la casualidad, sino la prevención.
Y prevenir, en el fondo, es la forma más humana de hacer justicia antes de que la ley tenga que hacerlo.