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En una feria clandestina de las afueras de Santiago, un comprador revisa piezas de autos con la misma naturalidad con la que otros adquieren frutas o ropa usada. Lo que pocos admiten en voz alta es que gran parte de esos repuestos proviene de vehículos sustraídos. El negocio de los autos robados no termina en el acto delictivo: continúa en un circuito paralelo que alimenta el mercado negro de autopartes.

La ruta de los autos robados

Un vehículo robado rara vez se revende completo. En la mayoría de los casos, es desarmado en cuestión de horas y sus piezas son distribuidas en talleres clandestinos o comercios informales. Motores, espejos, radios, llantas y hasta airbags encuentran salida rápida en un mercado que ofrece precios bajos, pero que esconde una realidad preocupante.

“El mercado negro de repuestos es la columna vertebral de las redes que se dedican a sustraer vehículos. Sin esa demanda, los delincuentes no tendrían dónde colocar las piezas”, explica ficticiamente Raúl Contreras, investigador en seguridad automotriz.

El atractivo del mercado ilegal

Los repuestos originales suelen tener costos elevados y largos tiempos de espera en el mercado formal. Esa brecha se convierte en la oportunidad perfecta para quienes ofrecen piezas a menor precio, sin garantías ni trazabilidad.

El problema es que, detrás de esa aparente “oportunidad de ahorro”, se esconden delitos graves:

  • Desarme de vehículos robados.

  • Falsificación de números de serie.

  • Lavado de piezas en talleres informales.

  • Riesgos de seguridad vial al usar repuestos sin certificación.

Estrategias de control

El combate a este fenómeno no se limita a perseguir a los autores materiales del robo, sino a atacar la cadena completa:

  • Fiscalización en chatarrerías y talleres, para detectar piezas de dudosa procedencia.

  • Regulación en la venta de repuestos usados, exigiendo boletas y certificados de origen.

  • Campañas de concientización ciudadana, que desincentiven la compra informal.

  • Colaboración público-privada, entre policías, aseguradoras y fabricantes de automóviles.

“Cada vez que alguien compra un repuesto sin preguntarse de dónde viene, está financiando el circuito de los autos robados”, señala ficticiamente Marcela Fuentes, representante de una asociación de víctimas de delitos vehiculares.

Conclusión

El mercado negro de repuestos es el eslabón oculto que mantiene vivo el negocio de los autos robados. Más allá de la pérdida material, este delito afecta la confianza, la seguridad vial y la economía de miles de familias y empresas.

La verdadera solución pasa por cortar la demanda: comprar solo en lugares formales, exigir documentos y entender que una aparente “ganga” puede tener un alto costo social. Porque detrás de cada pieza barata puede haber una historia de robo, violencia e impunidad.

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