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La escena del crimen ya no se parece a lo que veíamos en viejas películas policiales. Hoy, junto a los detectives con libretas y guantes de látex, aparecen drones, softwares de análisis y computadores que procesan en segundos lo que antes tomaba semanas. En la investigación de homicidios, la tecnología no solo es un apoyo: se ha convertido en un actor principal.

Hace no tantos años, un caso dependía de testigos presenciales, de huellas dactilares levantadas con polvo o de un vecino que recordara un detalle. Hoy, ese mismo escenario puede estar registrado en varias cámaras de seguridad, un celular puede guardar la ruta exacta del sospechoso y un simple rastro de ADN puede abrir una pista definitiva.

Cómo cambió la manera de investigar un crimen

En las calles de Santiago, por ejemplo, no es raro que un caso se resuelva gracias a la red de cámaras municipales que sigue minuto a minuto lo que ocurre en avenidas y esquinas. Los investigadores revisan grabaciones, rastrean la ruta de un auto y, con apoyo de softwares, reconstruyen la línea de tiempo en pocas horas.

Los avances más usados hoy en día incluyen:

  • Cámaras de seguridad en alta definición, instaladas en calles, estadios o estaciones de metro.

  • Reconocimiento facial, que compara rostros en segundos con bases de datos policiales.

  • Peritajes digitales, capaces de extraer mensajes borrados, llamadas o correos desde un celular.

  • Geolocalización satelital, que coloca a un sospechoso en el lugar preciso y a la hora exacta.

  • Análisis genético, cada vez más rápido y accesible, que permite cruzar ADN con registros internacionales.

“Hoy ya no basta con limpiar la escena de huellas. Los delincuentes saben que hasta su teléfono puede delatarlos”, dice ficticiamente Claudia, investigadora de la PDI.

Cuando la tecnología cambia el curso de un caso

Hay historias que demuestran hasta qué punto la tecnología puede ser decisiva.

En Estados Unidos, un homicidio ocurrido en los años ochenta fue resuelto tres décadas después gracias al uso de bases de datos genéticas abiertas. El ADN encontrado en la escena no coincidía con nadie conocido, pero sí con un pariente del agresor, lo que permitió identificarlo.

En Chile, varios casos de crímenes violentos han sido esclarecidos con ayuda de cámaras de tránsito que siguen el recorrido de vehículos. “Pudimos reconstruir minuto a minuto hacia dónde escaparon los sospechosos”, recuerda Ricardo, perito ficticio que trabajó en un caso en la Región Metropolitana.

Estos ejemplos muestran que detrás de cada botón de “play” en una grabación o cada resultado de ADN, hay una familia que puede finalmente encontrar justicia.

La delgada línea entre seguridad y privacidad

Pero no todo es avance sin cuestionamientos. El uso de estas herramientas también genera debates.

  • ¿Hasta dónde puede usarse el reconocimiento facial sin invadir la privacidad de personas inocentes?

  • ¿Quién controla el acceso a los datos sensibles que dejan los celulares?

  • ¿Cómo garantizar que la información digital presentada en un juicio sea válida y no manipulada?

“Está muy bien usar la tecnología, pero debe hacerse con respeto a la ley. Una prueba mal gestionada puede echar abajo un caso entero”, advierte Marcela, abogada penalista consultada para este reportaje.

Voces desde la primera línea

Los propios investigadores reconocen que su trabajo ha cambiado radicalmente.

“Antes teníamos que revisar decenas de registros telefónicos de manera manual. Hoy un software te genera en minutos un mapa de relaciones entre sospechosos y víctimas”, explica Ricardo, perito forense.

Para las familias, en cambio, la diferencia se siente en tiempos más breves para encontrar respuestas. “Saber quién fue y por qué lo hizo no devuelve a mi hermano, pero al menos nos da paz”, cuenta ficticiamente Carolina, hermana de una víctima de homicidio en Concepción.

Conclusión

La investigación de homicidios vive una nueva era. Cámaras, ADN, inteligencia artificial y softwares de análisis son hoy aliados inseparables de detectives y fiscales. Gracias a ellos, lo que antes parecía un rompecabezas imposible se resuelve con mayor rapidez y precisión.

Sin embargo, la tecnología debe ser usada con cuidado: respetando derechos, garantizando la cadena de custodia y evitando abusos que puedan vulnerar la confianza ciudadana.

En definitiva, detrás de cada algoritmo y cada muestra de ADN no hay solo datos. Hay vidas, familias y comunidades que esperan justicia. Y ese, más que cualquier avance tecnológico, es el verdadero motor que debe guiar toda investigación criminal.

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