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La llamada fue corta y directa. “Señor, su cuenta bancaria presenta movimientos extraños. Necesitamos que confirme algunos datos”. Daniel, ingeniero de 35 años, estaba apurado y respondió sin pensar demasiado. Apenas unos días después, descubrió que alguien había hecho compras millonarias con su nombre. La sensación de vulnerabilidad lo acompañó durante semanas: su intimidad había sido violada sin que nadie entrara físicamente a su casa.

Ese es el rostro del robo de identidad en la era digital. Un delito que ya no necesita forzar una puerta ni abrir una billetera: basta un clic mal dado o una conversación engañosa para que los delincuentes accedan a lo más personal de nuestras vidas.

El auge del robo de identidad en la era digital

Los delitos informáticos se multiplican en Chile y en el mundo. Ya no hablamos solo de tarjetas clonadas, sino de correos electrónicos invadidos, perfiles falsos en redes sociales y créditos solicitados a nombre de alguien que jamás los pidió.

Según cifras del Ministerio Público, los fraudes digitales han crecido más de un 60% en los últimos tres años en Chile, un salto que refleja tanto el avance de la tecnología como la fragilidad de nuestros hábitos de seguridad.

“Hoy cualquier dato sirve. Una foto, un RUT, un correo. Todo puede convertirse en la llave de entrada para un fraude”, explica ficticiamente Carolina Espinoza, especialista en ciberseguridad.

El modus operandi de los delincuentes

El robo de identidad digital tiene muchas caras. Los estafadores se aprovechan de la confianza, del apuro o de la simple costumbre de hacer clic sin mirar demasiado.

  • Correos trampa (phishing): mensajes que imitan a bancos o servicios y piden claves.

  • Software malicioso (malware): programas invisibles que capturan datos en segundo plano.

  • Redes sociales falsas: perfiles clonados para engañar a familiares y amigos.

  • Filtraciones masivas: bases de datos expuestas que luego circulan en la web oscura.

El resultado suele ser el mismo: personas endeudadas sin saberlo, compras nunca hechas que aparecen en sus cuentas o incluso delitos cometidos bajo una identidad robada.

La defensa está en los hábitos

La mayoría de los expertos coinciden en algo: no basta con instalar programas, la verdadera muralla está en el comportamiento del usuario.

“Siempre digo que el eslabón más débil es la persona, no el computador. Si aprendemos a desconfiar, bajamos el riesgo de forma inmediata”, comenta ficticiamente Javier Ortega, consultor en ciberseguridad.

Entre las recomendaciones más simples y efectivas están:

  • No entregar datos personales por teléfono o mensajes sospechosos.

  • Usar contraseñas diferentes y complejas para cada servicio.

  • Activar la verificación en dos pasos en correos y cuentas bancarias.

  • Mantener el celular y el computador actualizados.

  • Frenar la ansiedad de hacer clic: revisar siempre el origen del mensaje.

Conclusión

El robo de identidad digital es el nuevo fantasma de la vida moderna. Invisible, rápido y muchas veces silencioso, puede transformar la rutina de cualquier persona en una pesadilla de deudas y trámites interminables.

La buena noticia es que la prevención está al alcance de todos. Con pequeños cambios de hábito podemos cerrar las puertas que los delincuentes buscan abrir. Porque si antes cuidábamos con celo la llave de la casa, hoy nos toca blindar la llave de nuestra identidad.

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