A las siete de la mañana, Teresa acompaña a su hijo hasta la entrada del colegio en una comuna de Santiago donde los robos a estudiantes se han vuelto frecuentes. Caminar esas pocas cuadras la obliga a estar atenta: observa quién pasa, evita calles solitarias y siempre le recuerda al niño que guarde su celular. Para muchas familias que viven en zonas peligrosas, la rutina escolar implica un esfuerzo adicional: convertir cada trayecto en un acto de prevención.
La seguridad escolar ya no depende únicamente de lo que ocurre dentro de las aulas. También está en juego en los alrededores del colegio, en los paraderos, en las calles de acceso y en la organización de las comunidades educativas.
El contexto de riesgo para estudiantes
Los niños y adolescentes son objetivos frecuentes de delitos en la vía pública. Entre los principales riesgos se encuentran:
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Robos de celulares y mochilas al ingreso o salida de clases.
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Acoso escolar externo, cuando grupos ajenos al colegio intimidan a estudiantes.
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Paraderos poco iluminados, que exponen a los jóvenes a asaltos.
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Calles con tráfico desordenado, donde el peligro no es solo delictual, sino también vial.
Estos factores convierten el trayecto escolar en un momento vulnerable que requiere atención conjunta.
El rol de los apoderados
Las familias cumplen un papel fundamental en la prevención:
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Acompañar a los más pequeños en los trayectos de ida y vuelta.
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Coordinarse en turnos con otros apoderados para acompañar grupos de estudiantes.
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Enseñar hábitos de autoprotección, como no exhibir objetos de valor en la calle.
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Mantener canales de comunicación activos para reaccionar rápidamente en caso de incidentes.
Más allá del cuidado directo, los apoderados también son quienes presionan a las autoridades escolares y municipales para mejorar la seguridad en los entornos educativos.
El compromiso de los colegios
Los establecimientos educativos también deben asumir su cuota de responsabilidad. Algunas medidas que ya se implementan en distintas ciudades incluyen:
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Guardias de seguridad en accesos y salidas.
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Protocolos de acompañamiento para estudiantes vulnerables.
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Charlas de seguridad y autocuidado dictadas por expertos.
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Coordinación con carabineros o policías locales para reforzar la vigilancia en horarios críticos.
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Iluminación y cámaras de seguridad en los accesos principales.
Estas acciones no solo disuaden a potenciales delincuentes, sino que entregan confianza a las familias.
Historias que ilustran el problema
En Medellín, un colegio ubicado en una zona de alta conflictividad decidió organizar “rutas seguras”: apoderados voluntarios acompañan a grupos de niños desde puntos de encuentro hasta la puerta del establecimiento. La iniciativa redujo significativamente los incidentes en los alrededores.
En Santiago, algunos colegios han establecido convenios con municipalidades para contar con vigilancia extra durante las primeras y últimas horas del día. Estas experiencias muestran que la coordinación comunitaria puede marcar la diferencia.
Estrategias colectivas de protección
La seguridad escolar en entornos complejos no puede depender de un solo actor. Se necesitan esfuerzos combinados:
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Redes de WhatsApp o Telegram entre apoderados para alertar de riesgos inmediatos.
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Brigadas escolares que colaboren en los cruces de calles.
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Participación en juntas de vecinos para priorizar la seguridad en torno a colegios.
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Proyectos de infraestructura, como mejor iluminación y cámaras en calles aledañas.
Cuando apoderados, colegios y autoridades trabajan en conjunto, la seguridad escolar deja de ser una promesa para convertirse en una práctica concreta.
Conclusión
La seguridad escolar en zonas peligrosas no es un desafío menor. Implica reconocer que los trayectos de los estudiantes son tan importantes como las clases que reciben. La responsabilidad es compartida: los apoderados deben educar y acompañar; los colegios, implementar protocolos y medidas; y las autoridades, garantizar entornos urbanos más seguros.
Solo así los niños podrán ir y volver de sus colegios sin que la preocupación constante se convierta en parte de su mochila diaria.