La mochila lista, el mapa en el celular y la emoción de descubrir una nueva ciudad. Pero al llegar, una frase se repite en boca de los locales: “No vayas por esa calle, es peligrosa”. Así comienzan muchos viajes que se topan con una realidad incómoda: incluso los destinos turísticos más atractivos tienen sectores que deben evitarse. En tiempos donde la seguridad se ha vuelto parte de la planificación del viaje, conocer y entender las zonas rojas puede marcar la diferencia entre una experiencia inolvidable o un mal momento.
Zonas rojas: cuando la aventura se cruza con la precaución
El término zonas rojas suele asociarse con sectores donde la delincuencia, el narcotráfico o la inseguridad son más frecuentes. No se trata de prohibir su visita, sino de conocer sus dinámicas y riesgos. Ciudades como Río de Janeiro, Ciudad de México, Buenos Aires o incluso Santiago tienen barrios que conviven con contrastes profundos: avenidas turísticas a metros de sectores donde la presencia policial es constante.
Los expertos en seguridad recomiendan que el turista actúe con información, no con miedo. “Una zona roja no es necesariamente un lugar vedado, pero sí requiere conciencia situacional”, explica Javiera Lira, asesora en turismo seguro. “La prevención empieza antes de viajar, no cuando ya estás en el lugar.”
Turismo responsable: planificación con mirada de seguridad
Antes de reservar un alojamiento o elegir un recorrido, conviene revisar la ubicación con criterio. Las plataformas de hospedaje y mapas digitales ofrecen reseñas y alertas sobre seguridad, pero el mejor consejo proviene, muchas veces, de los propios habitantes del destino.
Un ejemplo recurrente se da en Lima, donde zonas muy concurridas de día, como el centro histórico, pueden tornarse inseguras de noche. Lo mismo ocurre en Santiago, donde barrios como Recoleta o Estación Central presentan sectores con mayor índice delictivo.
“Yo no sabía que mi hostal quedaba tan cerca de una zona conflictiva hasta que lo mencionó el taxista”, cuenta Andrés, un mochilero argentino. “Desde entonces, siempre pregunto antes de reservar.”
La información local sigue siendo el recurso más valioso para evitar contratiempos.
Qué hacer (y qué no hacer) al visitar sectores de riesgo
Evitar problemas no significa encerrarse en el hotel. Se trata de aplicar sentido común y adoptar medidas básicas:
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Evitar mostrar objetos de valor. Relojes costosos, cámaras grandes o celulares en la mano pueden atraer atención no deseada.
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Usar transporte autorizado. En algunas ciudades, los taxis informales o apps no registradas son fuente común de estafas.
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No caminar solo de noche por calles desiertas. Incluso en sectores céntricos, la falta de movimiento puede aumentar el riesgo.
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Consultar siempre a residentes o personal del alojamiento. Ellos conocen los horarios y rutas más seguras.
En destinos con alta densidad turística, muchos hoteles y municipios ofrecen mapas con zonas seguras marcadas. No es paranoia: es prevención informada.
La tecnología como aliada del viajero
Hoy, las herramientas digitales permiten viajar con un “mapa de seguridad” en el bolsillo. Aplicaciones como GeoSure, TripWhistle o Google Maps Safety Layer ofrecen alertas sobre incidentes recientes o zonas con alta tasa de delitos.
Además, redes sociales y foros de viajeros actualizan constantemente la información sobre sectores a evitar, especialmente en ciudades grandes. La conectividad ha transformado la seguridad en una experiencia colaborativa: los viajeros se advierten entre sí, creando comunidades que se cuidan mutuamente.
“Antes dependíamos de la suerte o del consejo de un recepcionista. Hoy, la tecnología nos permite planificar con datos en tiempo real”, señala Matías Bravo, analista en seguridad turística.
La delgada línea entre el miedo y el respeto cultural
No todos los barrios catalogados como zonas rojas son peligrosos en el mismo sentido. Algunos enfrentan estigmas históricos o prejuicios sociales que no reflejan su realidad actual. Por eso, también es importante no caer en la discriminación ni en los juicios apresurados.
En ciudades latinoamericanas, varios sectores antes considerados conflictivos se han revitalizado gracias al turismo comunitario y la inversión cultural. “Hay lugares donde la mejor forma de ayudar es visitarlos con respeto y acompañamiento local”, comenta Camila Paredes, guía turística en Valparaíso.
El equilibrio está en conocer los límites, respetar las normas locales y evitar exponerse innecesariamente.
Cuando la prevención es también empatía
Ser un turista responsable no significa actuar con desconfianza hacia todos, sino reconocer las realidades sociales de cada destino. Muchos residentes de zonas críticas viven bajo estigmatización y precariedad, pero también muestran hospitalidad y resiliencia admirables.
Entender esa dualidad transforma la mirada del visitante. No se trata de temerle a la ciudad, sino de aprender a moverse con respeto, observación y empatía.
Conclusión: viajar informado es viajar seguro
Las zonas rojas no son fronteras prohibidas, sino advertencias que invitan a la prudencia. En cada destino hay historias, desafíos y personas que conviven con realidades complejas. La clave está en informarse, escuchar y tomar decisiones conscientes.
Viajar seguro no significa limitar la aventura, sino protegerla. Porque conocer el mundo implica, también, entender sus contrastes, y reconocer que la verdadera libertad del viajero nace de la precaución.