Cuando alguien comete un homicidio, la reacción más común es pensar que esa persona debería pasar el resto de su vida en la cárcel. Y no es raro sentir eso. Se perdió una vida, hay familias destruidas, y es normal que el castigo parezca que nunca será suficiente.
Pero en Chile, como en muchos países, existe la libertad condicional, incluso para personas condenadas por homicidio. ¿Eso significa que salen rápido? ¿Cualquier condenado puede pedirla? ¿Qué tiene que pasar para que se la den? Esas son las preguntas que vale la pena responder, sin tecnicismos, sin enredos.
¿Qué es la libertad condicional?
La libertad condicional es básicamente una forma de seguir cumpliendo la condena fuera de la cárcel. No es que a alguien le borren la pena ni que lo “perdonen”. Simplemente, si cumple ciertas condiciones, puede salir antes del penal, pero todavía tiene que portarse bien, seguir reglas y no meterse en más problemas.
Para que eso pase, tiene que haber cumplido una parte importante de la condena (por lo general, dos tercios), tener buena conducta y un informe favorable de Gendarmería, entre otras cosas. No es algo que se dé porque sí.
¿Aplica también en casos de homicidio?
Sí, puede aplicar. Incluso para personas que hayan cometido homicidio. Pero eso no significa que sea común ni que se apruebe fácilmente.
El homicidio es uno de los delitos más graves que existen, así que las exigencias son mucho más altas. No basta con portarse bien un rato y pedir salir. Hay que cumplir un tiempo mínimo en la cárcel, demostrar que ha habido un cambio real y convencer a una comisión de que esa persona no representa un peligro.
Y aún cumpliendo todo eso, puede que igual se rechace la solicitud. No es automático, ni cerca.
¿Qué se necesita para postular?
El principal requisito es el tiempo. En casos de homicidio simple, se debe haber cumplido al menos dos tercios de la condena. Por ejemplo, si la pena es de 15 años, se puede postular después de 10. Si es homicidio calificado (más grave), el plazo mínimo puede llegar a los 20 años o más.
Pero además del tiempo, hay otros puntos clave:
- Buena conducta en la cárcel: no solo portarse bien, sino participar en actividades, cumplir las reglas, no meterse en peleas, etc.
- Informe de Gendarmería: se hace una evaluación completa. No es solo un papel. Se analiza la actitud, el arrepentimiento, el entorno, los riesgos.
- Plan de vida: la persona debe decir qué va a hacer si le dan la libertad. Dónde vivirá, con quién, si va a trabajar, estudiar o qué.
Todo eso se junta en una carpeta que se revisa muy a fondo.
¿Quién toma la decisión?
No es un juez común ni un gendarme. Quienes deciden son los ministros de las Cortes de Apelaciones, en algo que se llama Comisión de Libertad Condicional. Se reúnen dos veces al año (en abril y octubre), y en esas fechas ven todos los casos.
Revisan los informes, analizan los antecedentes y votan. Si la mayoría aprueba, se concede la libertad condicional. Si no, la persona tiene que esperar a la siguiente fecha para volver a intentarlo.
¿Es lo mismo si el homicidio fue simple o calificado?
No, no es lo mismo. En lo legal, los dos son delitos gravísimos, pero el homicidio calificado es más brutal. Se da cuando hay crueldad, premeditación, alevosía… cosas que agravan el crimen.
Las diferencias más claras:
- Homicidio simple: penas desde 5 años y un día hasta 15 años. Se puede postular a los dos tercios de la condena.
- Homicidio calificado: penas desde 15 años hasta presidio perpetuo calificado. En estos casos, recién después de 20, 30 o incluso 40 años se puede pedir libertad condicional, y aun así es muy poco probable que se apruebe.
Cuanto más grave el delito, más difícil es salir antes.
¿Ha pasado que alguien salga y vuelva a delinquir?
Sí. Ha pasado. No es lo más común, pero cuando ocurre, el golpe es fuerte. Porque si alguien condenado por homicidio accede a libertad condicional y comete otro delito, se pierde confianza en todo el sistema.
Por ejemplo, en 2018 hubo más de 1.500 personas que salieron bajo este beneficio, y algunas reincidieron. Eso generó molestia en las familias, críticas en el Congreso y presión para cambiar las reglas.
Y fue así como en 2019 se endureció la ley. Ahora se exige más información, los informes son más estrictos y las comisiones tienen que justificar mejor sus decisiones.
¿Qué pasa si la persona reincide?
Si alguien que está en libertad condicional comete otro delito, pierde el beneficio de inmediato. Tiene que volver a la cárcel a terminar lo que le faltaba de la condena anterior y enfrentar el nuevo proceso por lo que hizo después.
Además, lo más probable es que no pueda volver a postular a ningún otro beneficio.
Y más allá de lo legal, el daño es grande: la víctima, la comunidad, los jueces que aprobaron el beneficio… todo se pone en duda.
¿El sistema ha mejorado respecto al delito de homicidio?
Sí, ha mejorado. Pero no es perfecto.
Hoy hay más filtros, más controles y más exigencias. Desde la reforma de 2019, se requiere que Gendarmería entregue informes psicosociales completos, y las comisiones deben justificar por qué aprueban o rechazan cada caso.
También se creó un registro nacional para hacer seguimiento a quienes reciben este beneficio. Todo esto apunta a evitar errores y proteger a la sociedad.
Aun así, siempre habrá debate. Hay quienes creen que nadie condenado por homicidio debería salir antes. Otros defienden que, si alguien demuestra haber cambiado de verdad, tiene derecho a una segunda oportunidad.
Entonces, ¿se puede o no se puede?
Sí, se puede. Pero es difícil. Especialmente en homicidios. Hay que cumplir el tiempo, portarse bien, participar en programas, tener buenos informes, presentar un plan y convencer a una comisión muy exigente.
Y aunque se cumpla todo, la decisión puede ser negativa.
La libertad condicional existe, pero no es para cualquiera. Menos cuando se trata de delitos tan graves como quitarle la vida a alguien.